Amor en Tiempo de Pandemia

Qué año más extraño nos ha tocado vivir.

Fuimos sorprendidos con cambio de rol de padre a maestro, cambio de ambiente de oficina a casa, y la continua proximidad a nuestra familia nuclear puso nuestras relaciones más amadas bajo una presión que no conocíamos. Ni se diga de los efectos que tuvo este año en los más pequeños de la casa, su mundo entero fue girado patas arriba y perdieron contacto con abuelos, maestros y amigos.

 En nuestra casa con 2 niños pequeños al principio de la pandemia pudimos pretender que eran unas pequeñas vacaciones forzadas, después de un post- parto bastante ajetreado (nos mudamos de país cuando nuestra pequeña cumplió dos meses), el aislamiento llego en una buena temporada. Pasamos mucho tiempo con mi esposo, que usualmente viaja la mayor parte del año, nos consentimos con las comidas que más nos gustan, perdimos horas frente al televisor, y pudimos evitar el tema con nuestro hijo mayor de 4 años. Luego comenzaron a pasar los días, semanas, un mes, dos meses, y la situación no mejoro. Las escuelas permanecieron cerradas, los abuelos, primos y tíos ya no se podían visitar, y en cuanto más se acercaba la enfermedad, primero a amigos de conocidos, luego a conocidos, y eventualmente tocando a nuestra propia familia la realidad nos empezó a pesar.

Mi hijo comenzó a preguntarse porque no podíamos ir al parque, que le paso a la escuela, donde estaban sus abuelos. Las preguntas, que me imagino, se encontró todo padre en esta temporada, y las conversaciones tristes y difíciles de explicar que les siguieron.

Esa pérdida de conexión con el mundo exterior fue lo que más le pesaba a mi chico extrovertido.

Y la batalla comenzó. Las clases online no nos funcionaron, al parecer lo hacían sentirse más lejos de sus compañeros que cerca y tomamos la decisión de mejor hacer home schooling en lo que la situación cambiaba. Y aunque para el esto, acompañado con horas al aire libre en el trampolín o en la alberca mejoraron la situación para su mejor amigo* no era suficiente solo preguntar por el cuándo me llamaba por teléfono.

Esto nos lleva a la batalla No. 2 que sucedió en mi casa (hasta hace poco) la podemos llamar la batalla de “saluda a tal persona por FaceTime”. El amigo haciendo piruetas en el aire para que mi hijo lo viera y el cómo adolecente enfadado no queriendo voltear a verlo mucho menos hablar con él. Claro que al momento por pena y por no querer hacer parecer que estas criando a un maleducado el instinto es presionar a que hable. “Mira, te están saludando di algo. Enséñales tu juguete nuevo. ¿Porque no les platicas como nos fue en el parque?” Entre más intentaba yo empujar la conversación, el parecía cerrarse más en su postura de silencio. El típico método de promesas, “Si saludas te… llevo al parque, te compro un dulce, te dejo ver tele.” Siempre me sonó un poco manipulador y sentía que se perdería el propósito de la llamada, disfrutar una conversación con un ser querido. El mejor amigo no se dio por vencido, y a mí se me acababan las ideas. Aunque era una situación frustrante para mi intentaba ponerme en sus zapatos. Lo mejor de ir a la escuela para él era ver a sus compañeros, aunque su primer lenguaje no fue le español a la hora del juego no importaba. Él podía jugar a las escondidas, a la cocina, a resbalarse y la comunicación era a base de señas y de expresiones faciales. Una de sus actividades favoritas con el mejor amigo era ver películas, ahí sucedía la verdadera conexión de esta relación, ahí subsistían las risas compartidas y el vínculo se formaba alrededor de un dulce compartido.

Así pasaron los meses, después de varias decepciones, ahora con su papa que por fin pudo viajar, se me ocurrió una idea. En vez de decir, “Hijo, tu papa quiere hablar contigo” le dije “Hijo tu papa quiere compartir una deliciosa sorpresa contigo.” Y así a miles de kilómetros de distancia hijo y padre compartieron unas galletas y una conversación sobre dinosaurios. Funciono como si fuera magia, el sentía que estaban haciendo algo juntos y ese sentido de conexión facilitaba una conversación para él. Lo hemos probado de nuevo con unas gomitas que le gustan mucho a su mejor amigo también y ha funcionado.

Probablemente tu hijo es un as para hablar con la familia por face time o para mandar menajes por whatsaap. Pero tal vez a tu hija le hace falta ese contacto con el mundo exterior que mi hijo buscaba, el abrazo de su maestra o el high five de su compañera. Aquí nos toca ponernos en el rol de inventor. ¿Como cultivamos en ellos el amor por los demás cuando tantas de nuestras conexiones han sido rotas o puestas en pausa? La verdad espero que algún día las cosas puedan regresar a la normalidad, y que al ver como varios niños comparten una paleta no sienta miedo sino solo un poco de asco, pero por mientras a ingeniar se ha dicho.  

*Puede ser que tu hijo tenga un mejor amigo similar, arrugadito con cabeza de algodon, nosotros le llamamos abuelo. 

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